Cuando hablamos de histograma tenemos que saber que hay dos tipos, el histograma de entrada que conseguimos cuando hacemos la foto y el histograma de salida que obtenemos después de revelar la fotografía en cualquier programa de edición. Si disparamos en jpeg, no existe tal diferenciación.
Uno de los grandes avances de la fotografía digital es el histograma, un gráfico que da toda la información necesaria, desde el punto de vista de la exposición, que puede ofrecer un archivo. Es algo con lo que sólo podíamos soñar en la época clásica. Pero mucha gente lo desconoce o lo deja de lado.
Muchos alumnos, cuando hablo de él, me confiesan que en la intimidad lo conocen como esa montañita que me molesta y la quito de la pantalla de la cámara para ver si la foto está bien o mal. Pero el histograma es la mayor contribución de la imagen digital al mundo de la fotografía. Es la representación de la distribución de la luminosidad de los pixeles de un archivo digital. O como dice Adobe:
Un histograma ilustra en un gráfico cómo están distribuidos los píxeles de la imagen mostrando la cantidad de píxeles en cada nivel de intensidad del color. Al mostrar los detalles de las sombras (en la parte izquierda), los medios tonos (en el centro) y las iluminaciones (en la parte derecha), el histograma ayuda a determinar si la imagen contiene suficientes detalles para realizar una corrección correcta.
Ya no hace falta hablar de grifos abiertos y vasos que se llenan para explicar la exposición. Sólo hay que entender que si queremos un archivo bien expuesto tiene que tocar el extremo derecho y a otra cosa. Si queremos que llegue más luz al sensor tenemos tres opciones:
Y exactamente lo contrario para hacer que llegue menos luz al sensor. Pero cuando hablamos del histograma tenemos que entender que hay dos tipos: el de entrada y el de salida. Y que uno y otro son distintos aunque la fotografía que representan sea la misma. Vamos a diferenciarlos. En la foto que ilustra el artículo se puede ver cómo cambia según veamos el disparo o el revelado.
Cuando hablamos del histograma de entrada nos referimos a la exposición que tenemos que conseguir para conseguir un archivo digital perfecto, con toda la información que puede recoger el sensor de cualquier cámara, ya sea un móvil o una máquina de formato medio de 20000€.
Si queremos la máxima calidad, evitar el ruido digital y tener un mayor rango dinámico, tenemos que conseguir que el histograma toque el extremo derecho, para que el lado de las luces recojan toda la información posible.
Por su configuración, el sensor de cualquier cámara siempre tiene más niveles de información en el lado derecho, el lado de la luces, que en las sombras. Mientras que las luces más luminosas pueden tener más de 8000 niveles de información si hacemos una foto con un sensor de 14 bits, las sombras más profundas sólo tienen 256 niveles para registrar todos los tonos oscuros. Y eso si disparamos en formato RAW.
La cosa cambia si decidimos hacerlo en jpeg, que sólo tiene 8 bits. Las luces pasarían a estar representadas con 128 niveles y las sombras unicamente con 4 valores. Por este motivo es tan importante disparar correctamente y en RAW. Si subexponemos un sólo punto en jpeg perdemos de golpe la mitad de la información total que puede recoger un sensor. Lo mismo pasaría en RAW, pero es mucho más dramático perder la mitad de 256 valores totales que quedarse sin la mitad de más de 16000.
Por este sencillo motivo, es importante derechear, independientemente del tipo de imagen que estemos fotografiando. Da igual que sea nocturna o una toma a las doce del mediodía. Siempre hay que hacerlo igual si queremos la máxima calidad posible.
Pero resulta que no tiene sentido ver una imagen nocturna tan clara como el día. No es lógico que toda la información esté volcada a la derecha. Por eso hablamos del histograma de salida.
El histograma de salida es aquel que conseguimos después de revelar en cualquier programa de edición el archivo y recreamos la previsualización que nos llevó a hacer el disparo. Es así de sencillo.
Si derecheamos, la fotografía siempre va a ser más luminosa que como sea la escena en la realidad, y a la hora de revelar casi siempre tendremos que bajar los valores, redistribuir la información para hacer las luces más altas más oscuras, o darle luz a las sombras.
Si tenemos toda la información posible, podremos oscurecer y aclarar sin miedo a estropear el archivo, porque tendremos muchos niveles para trabajar y cambiarlos de posición, allí donde más nos interese.
Pero estos dos conceptos sólo tienen sentido si trabajamos en RAW, pues es el archivo en crudo. Si hacemos las fotos en jpeg, la distribución ya está hecha, y cualquier cambio en la exposición sólo perjudicará a la calidad final del documento. Por este motivo, a la gente le parece más bonita una foto en jpeg que en RAW, pues la primera ya está terminada y la última está por hacer. Eso sí, con mucha más información que con la que podría soñar el archivo comprimido.
Fuente: altafoto.com
Autor: Fernando Sánchez
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